Se cumplen 150 años de la impresión del libro Antigüedades prehistóricas de Andalucía, un libro del almeriense
Manuel de Góngora y Martínez que supone el primer libro sobre prehistoria
llevado a la prensa en España.
Portada de la versión facsímil de 1991 del
libro de Góngora
Manuel de
Góngora y Martinez (Tabernas, Almería, 1822 – Madrid 1884), era cuando publicó
su libro, Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Granada y
Correspondiente de la Real Academia de la Historia. Sin embargo su formación
académica había sido, en principio, filosofía y derecho.
Pero también fue un empecinado coleccionista de libros y antigüedades,
con una magnífica colección numismática. Durante quince años recorrió la
agreste Andalucía para recopilar información sobre los vestigios más primitivos
de nuestra cultura con lo que escribió el libro que hoy nos ocupa. Así viajo
por Granada, Córdoba, Jaén y Almería y centro su interés en el área de la
prehistoria, ciencia nueva aún y en la que pocos tenían fe, en lugar de los
estudios greco-romanos tan en boga en su época.
El 22 de julio de 1868 firmaba la dedicatoria de su libro
a su amadísima esposa Amalia del Carpio en la que deja ver claramente las
amarguras sufridas para la elaboración y publicación de su trabajo.
Ya ves, mi queridísima Amalia, cómo la
Providencia ha querido que veamos terminada la primera parte de mis empresas literarias,
y cómo con su auxilio no he encontrado muerte oscura y miserable en apartada
aldea ó en solitario barranco.
A ti que has sabido soportar las privaciones y los cuidados
que nos imponía la necesidad de terminar mi empeño, calificado por tantos de locura
rematada; á t í, modelo de esposas y de madres, va por si solo mi libro para
colocarse bajo el amparo de tu cariño. ¿Cómo dudarlo? Tú lo acogerás con lágrimas en los ojos; tú
que eres modelo de toda virtud, fiel
espejo donde se retrata la felicidad de tu esposo y de tus hijos; y acaso
llegue un día en que, con esto libro en la mano, les digas cuánto los quería su
padre y cuán inquebrantable mi inmensa fe en la santa aristocracia del trabajo.
Los
precedentes
A nuestro hombre un primer libro le fue saboteado por las
críticas feroces y la difusión de parte de las inscripciones y dibujos de
piezas arqueológicas contenidos en el original confiado a un amigo lo que condujo
a la paralización de la edición ya a punto de entrar en la imprenta. Tras el
incidente se empeño en hacer otro libro aun
mejor, no sabemos si por revancha o por pundonor, que eso queda a la
imaginación del lector.
Sin ayuda para su empresa debió vender la biblioteca y una
finquita heredada de su padre para poder pagar los gastos que sus continuos
viajes le obligaron a hacer por Andalucía así como pagar fotógrafos y
dibujantes para ilustrar su obra. El 15
de marzo de 1867 recibe contestación del Marqués de Gerona alabando la obra de Góngora
y animándole a presentarla en Madrid ante la Real Academia. Y el 5 de mayo 1867
carta de Góngora al marqués de Gerona dándole las gracias. Por fin en
septiembre de 1867 se publica la Real Orden por la que se manda la compra de
300 ejemplares. Lo que de algún modo es el respaldo definitivo para su
publicación.
Una vez más
a poco de publicarse la obra la furibunda critica de un profesor se despachó a
gusto con el “intruso” como nos ilustra en su trabajo José Beltrán:
En palabras de su crítico Antonio
Machado: “...para
los geólogos y naturalistas que se ocupan con entusiasmo de estos trabajos, la
obra del Sr. Góngora produce una impresión desagradable y un doloroso
sentimiento; …absortos en la contemplación de la sencilla alfarería, olvidaron
que hay una ciencia positiva, exacta, que investiga las capas de los terrenos
para remontarse a su origen, que conoce por el estado de los huesos la mayor o
menor antigüedad… que distingue los que, perteneciendo a las razas humanas,
difieren de las variedades actuales” (Machado, 1869: 37); y, de esa forma,
“…imposibilitaron el conocimiento de la superposición de los objetos: y al
ofrecerlos todos en conjunto, descritos aisladamente y representados con
láminas, no pueden deducirse legítimas consecuencias de su antigüedad y
colocación geológica, o de su cronología positiva” (Machado, 1869: 38). Si bien
debe contarse con una valoración más positiva, si lo vemos fuera del fragor del
momento y desde una perspectiva histórica (Pastor y Pachón, 1991; Beltrán y
Belén, 2007: 116–117).
El
corporativismo y gremialismo es tan antiguo como el hombre, por desgracia. Este patán busca
sin duda un poco de luz bajo los focos robados del libro de Góngora. Tal vez le
pesara no ser él quien publica la primera obra sobre prehistoria en España y
los descubrimientos de Murciélagos y Fuencaliente.
Pastor y Pachón opinan que "... Góngora no es un arqueólogo cualquiera, es el máximo exponente de la arqueología del sigo XIX..."
Pastor y Pachón opinan que "... Góngora no es un arqueólogo cualquiera, es el máximo exponente de la arqueología del sigo XIX..."
La cueva de los
Murciélagos
El autor
dedica de la página 21 a la 125 a la cueva de los Murcielagos y nos muestra el
relato de sus descubrimientos, de los que hacemos resumen, según sus propias
palabras.
En las primeras
estribaciones australes de la Sierra Nevada, cerca de la marina, entre
hondísimos barrancos á que dan origen altas y continuadas cordilleras cubiertas
de alegres viñedos, y sobre estratos calizos cuajados de petrificaciones,
desplega la villa de Albuñol sus casas en anfiteatro, rodeadas hacia la parte
del Sur por naranjos y limoneros.
La no lejana villa
de Adra viene á caer mirando hacia el Sudeste, y la fortaleza de la Habita al
Mediodía, ambas sobre el mar; el rio de Órgiva y todo el territorio alpujarreño
á quien hizo famoso el levantamiento de Aben-Humeya, corren por el cierzo; y en
la banda de Poniente están Velez de Benaudalla, Motril y Salobreña.
Mapa con la situación de la cueva
Albuñol, pues,
hállase en la costa de la provincia de Granada; es una de las cabezas de sus
partidos judiciales y del distrito marítimo; al de Torbiscon perteneció desde
principios del último siglo hasta el primer tercio del actual: durante los
reinados de la casa de Austria, era una de las florecientes poblaciones de
la taha del Cehel Grande; mientras la dominación agarena veíase enclavada en la
cora de Elvira; y si hubo de existir en la edad romana, debió depender de la
capitanía y obispado de Abdera, cabeza de los pueblos á quienes llama bastidos Estrabon y lo mismo Ptolemeo (añadiendo éste,
que se estimaban peñoso cartagineses); los cuales, según la mejor inteligencia
de Plinio, estaban adscriptos al convento jurídico de Astigi (Ecija). En
tiempos remotísimos toda aquella tierra tocaba á los mastienos, como parece del
testimonio de llecateo Milesio, que vivió cinco siglos antes de la era
cristiana. Tiene bastante parentesco el nombre de Albuñol con el de Albuniel,
cortijada entre Jaén y Granada, en cuyo sitio he demostrado que estuvo la mansión
de Viniolis, conocida por el itinerario de Antonino Caracalla. Y contando los
pueblos túrdulos uno llamado Viniolis, ¿no pudo haber otro con igual
denominación en los bástulos? Son la villa de Albuñol amenaza y daño constante,
la rambla de Ahijon, en el lado occidental, y la de Aldáyar por el oriente; y
forma esta última el arroyo de los Puñaleros, nombre que recuerda los
asesinatos de los monfíes de las Alpujarras, cuando el rebelión de los
moriscos, y el de la Alcaicería, más bajo, hacia donde nace el sol. Puñaleros,
cuyo trayecto es como de una legua, tributa sus aguas á la Alcaicería, que nace
no lejos de Murtas, y recorre legua y media de áridos barrancos hasta el lugar
en que aquel se le une.
Acercándose cada
vez más aquí las raíces de las contrapuestas montañas, forman un lecho
profundísimo al torrente, por lo cual, y en el espacio de casi media legua, se
denomina de las Angosturas; las cuales terminan en la rambla de Aídáijar. Esta,
despues de un curso brevísimo, confunde al Sur de la villa su turbio caudal con
el Ahijon, y pierden su nombre ambos torrentes en la rambla de Albuñoh que,
después de una legua, lleva también sus aguas al mar, por el lado oriental de
la Rabila.
Plano de la cueva de los Murciélagos.
En las Angosturas,
la compacta caliza de los dos lados se alza formando saltos y precipicios
espantosos, como el del Aguila; y alguna escasa y bravía vegetación caracteriza
más la desnudez de aquellos tajos y derrumbaderos. Caminando desde Albuñol
hacia Oriente sin apartarse del lecho de la rambla de Aldáyar y por ásperas
cuestas, en espacio de casi tres kilómetros, al salir de una muy corta meseta (Fig.
1.a) sorprende al caminante la profundidad de un abismo espantoso, en el cuál lábrese
con rapidísimo descenso blanca y estrecha senda, como cinta suspendida sobre el
precipicio; y por ella es fuerza bajar, si el curioso tiene empeño en ver la ya
para siempre famosa Cueva de los Murciélagos. El tajo, por allí de ciento
veinte metros sobre el fondo de las Angosturas, como que se complace en mostrar
al viajero la negra boca de la caverna, á cincuenta metros del lecho del
barranco y sesenta de la meseta, de donde parte la suspendida senda que á la
cavidad conduce. Tuerce luego está pendiente hacia el Sur en sentido casi
horizontal, cortada á la siniestra mano por la línea vertical de la roca.
La Cueva de los
Murciélagos debe su nombre tradicional á la multitud de los que allí se
albergan. Entre las condiciones características de nuestros montañeses alpujarreños,
se distinguen singular afición por lo maravilloso y valor que raya en
temeridad. No hay, pues, en el país, sitio notable que no tenga su tradición de
antigua hazaña, milagro y tesoro escondido por fugitivo morisco, ni nido de
águila á donde no llegue la mano de aquellos ágiles montañeses. A la Cueva de los
Murciélagos no faltaba, como era natural, su tradición de tesoros.
En el año 1831,
Juan Martin, propietario de las próximas Majadas de Campos, logró penetrar en
la cueva á fuerza de arrojo y de paciencia, avanzando por las hendiduras y
filetes de la roca. Vio que formaba un recinto semicircular, y varios peñascos
que obstruían el paso á otro boquete interior, y el suelo cubierto con espesa
capa de guano, acumulado allí por los murciélagos durante muchos siglos. Juan
Martin aprovechó para sus tierras aquel fecundo abono, y como viniesen poco á
poco á ensanchar la senda que al antro conducía, las continuas visitas de amigos
y conocidos, llegó á servir la caverna para encerrar ganados.
En este medio
tiempo se hubo de encontrar en ella alguna muestra de mineral plomizo, cuya
abundancia y riqueza se fantaseó á gusto del deseo, en alas de la afición que
tienen aquellos naturales á exploraciones mineras; lo cual bastó y sobró para
que en el año de 1857 se formase una compañía, al intento de beneficiar la
cueva, como depósito de minerales. Dióse principio á las exploraciones
despejando la entrada interior de los peñascos que la obstruían; cuando de repente
se ofreció á la vista de los mineros un anchuron, y antes de llegar á él, en
una corta mina y en sitio especial y como privilegiado, tres esqueletos, uno de
los cuales, de hombre seguramente, ceñía ruda diadema de oro puro de veinte y
cuatro quilates y peso de veinte y cinco adarmes, cuyo valor intrínseco es el
de sesenta escudos. Mi distinguido amigo el señor D. Andrés de Urízar, conserva
en su poder alhaja tan inapreciable. Es su forma extendida la del siguiente
grabado; y puede verse con su propio color en la figura 1.a de la lámina I.
Diadema de oro encontrada en la cueva de los
Murciélagos.
El plano, mejor
que toda descripción por minuciosa y puntual que se haga, sugerirá la idea más
exacta de esta caverna, que á veces se estrecha y vuelve á ensancharse, torciendo
ya á un lado, ya á otro, con la libertad propia de la naturaleza. En dicho
plano muestra la letra fí el lugar de este hallazgo; la C el sitio donde se
encontraron otros tres esqueletos, puesto el cráneo de uno de ellos entre dos
peñones, y al lado un gorro de esparto con manchas que estimaron de sangre los exploradores,
y tan fresca según ellos, que parecía reciente (Nota i.9>. Cronista fiel de
los sucesos, me limito á apuntar un hecho que unánimes aseguran los actores v
testigos presenciales, todos hombres de conocida honradez. Pero sin que yo le
dé crédito ni quiera arrebatárselo, correrá parejas la sangre fresca de la
Cueva de los Murciélagos, con la luz perpetua de los quietorios romanos, tan
afirmada por unos, tan negada servado, vestido con túnica de piel, abierta por
el costado izquierdo, y sujeta por medio de correas enlazadas; mostrando collar
de esparto de cuyos anillos pendían sendas caracolas de mar exceptuando el
anillo del centro, que ostentaba un colmillo de jabalí labrado por un extremo.
Estuvo sin duda adornado el esqueleto con zarcillos de piedra negra, pendientes
de otro objeto que no se encontró, pues eran de una sola pieza sin interrupción
ni entrada.
El esqueleto de la
diadema vestía corta túnica de tela finísima de esparto asimismo los otros, aunque
algo más, sendos gorros de la propia materia cuáles doblado su cono, cuáles de
forma semiesférica; v el calzado, también de esparto alguno primorosamente
labrado.
Babia junto á los
esqueletos cuchillos de esquisto, servado, vestido con túnica de piel, abierta
por el costado izquierdo, y sujeta por medio de correas enlazadas; mostrando collar
de esparto, de cuyos anillos pendían sendas caracolas de mar exceptuando el
anillo del centro, que ostentaba un colmillo de jabalí labrado por un extremo.
Estuvo sin duda adornado el esqueleto con zarcillos de piedra negra, pendientes
de otro objeto que no se encontró, pues eran de una sola pieza sin interrupción
ni entrada.
El esqueleto de la
diadema vestía corta túnica de tela finísima de esparto; asimismo los otros, aunque
algo más toscas, sendos gorros de la propia materia, cuáles doblado su cono,
cuáles de forma semiesférica, y el calzado, también de esparto, alguno primorosamente
labrado.
Objetos de esparto y fibras recuperados de la cueva
de los Murciélagos.
Había junto á los
esqueletos cuchillos de esquisto, instrumentos y hachas de piedra, cuchillos y flechas con punta de pedernal pegadas á toscos palos con betún fortísimo,
hasta el punto de romperse antes el asta que el betún; muy bastas, pero cortantes
armas de guijarro, y otras guardadas en bolsas de esparto; vasijas de barro, como
el que se encuentra en otras sepulturas del reino granadino, de que hablaré después;
un gran pedazo de piel extremadamente gruesa; cuchillos y punzones de hueso, cucharas
de madera trabajadas á piedra y fuego, con el cazo ancho y prolongado y el mango
sobremanera corto, y con un agujero para llevarlas colgadas. En diferentes
parajes de la cueva, y especialmente en el punto E del plano citado,
encontraron los exploradores sobre cincuenta cadáveres, todos con sus calzados
y trajes de esparto, á estilo de las cotas de malla sendas armas de piedra y de
hueso como las ya descritas, y un alisador de piedra. Cerca de sí tenía cada
cual de los tres esqueletos, que estaban en el sitio determinado con la letra C
en el plano, un cesto ó bolsa de esparto, cuyo tamaño variaba de seis á quince
pulgadas y dos llenos de cierta como arenosa tierra negra, que tal vez fuera
alimentos carbonizados por la acción del tiempo, y otros varios cestillos ó
bolsitas con mechones de cabellos ó flores, ó gran cantidad de adormideras y
conchas univalvas. Descubridores felicísimos, ignorantes del verdadero tesoro
con que os brinda la fortuna, respetad este asilo de la muerte; deteneos un
instante, no paguéis tributo á la común ceguedad: por breves horas dejad que la
ciencia observe y anote uno por uno los objetos, la posición de los cadáveres,
la traza y medida de los trajes, el lugar de las armas, la forma de los
utensilios de barro y que pueda sacar consecuencias firmes y decisivas acerca
de la raza, de la religión, de las prácticas funerarias, de la indumentaria, de
la cerámica de esta gente desconocida! La sequedad del lugar, el nitro de que
estaban revestidas las paredes ú otro agente difícil de señalar, habían
conservado perfectamente los cadáveres, trajes, y utensilios. Más de cuarenta
siglos han respetado esa necrópolis. No la despedacéis vosotros en un día como
dementes é insensatos. ¡Mas, ay, qué poco saben los hombres de lo que vale mucho,
y de lo que nada vale! Los esqueletos estaban cubiertos de carne momia; las
vestiduras y los cestos conservaban sus primitivos colores. La Caverna de los
Murciélagos hubiera sido un libro abierto y de fácil é inapreciable lectura. Más
por desgracia los mineros solo buscaban metales; considerando las hachas como
piedras de toque, y encendidos en codicia por la diadema de oro, todo lo
volcaban, confundían y despedazaban frenéticos, vaciando cestos y rompiendo
jarros, desarticulando cadáveres y lanzando tan preciosos despojos por el
derrumbadero á la profundidad del barranco.
El Sr. Urízar pudo
adquirir, además de la diadema de oro, tres instrumentos de piedra. A la
generosidad del Sr. D. Juan de Rivas y Ortiz, que ha enriquecido mi trabajo con
láminas bellísimas, debo nueve cestos, de los cuales son los citados ya en la
primera lámina; una especie de patera de barro, una gran cuchara de madera, un
cuchillo de hueso con agujero para llevarlo colgado, un pequeño disco de barro y
varios mechones de cabellos y semillas de adormideras, depositados en los
cestillos como tierna memoria.
Cerámicas halladas en Los Murciélagos
Otras cuevas
Y en su
relato se detiene para hacer mención a una serie de cuevas que entiende son de
interés.
Más antes haremos
especial mención de la cueva de la Morcíguilla, situada en medio de un tajo
como la de Alhuñól, una legua al poniente de Serón (Almería u en el arroyo del
Angosto. Descubriéronla casi en los tiempos que la de Albuñól, y en ella
encontraron tarnvasíja de barm, rien esqueletos humanos depositados en la misma
forma, que en la de los Murciélagos y armas de cobre y vasijas de barro. También
vestía las paredes de este antro gran cantidad de nitro, para cuya explotación se
planteó costosísima fábrica. Muy dignas serian también de reconocerse y
explorarse la cueva de los Clavos, en el cerro del Mencal (Pedro Martinez); la
de la Botica, en unos terreros cerca de Gorafe; la de Joraique, casi en lo alto
de un horrible tajo de más de mil metros, entre los pueblos de Dólar y
Huéneja, del
marquesado del Zenete; todos en el partido judicial de Guadix.
El viajero, que
saliendo de Granada con rumbo ai Occidente, andadas seis leguas, llega al
Tocón, encuéntrase con un riachuelo en dirección de Norte á Sur, que corre por
entre ásperas cañadas y cerros cubiertos de pinos. Alguna arrinconada casilla
se divisa en aquella fragosidad; hasta que despues de cinco fatigosos cuartos
de legua, arroyo arriba, por aventurado camino, precipicios y cuestas violentísimas,
descúbrense unas pequeñas vegas, circundadas por larga fila de muy valientes
rocas á que dicen Las peñas de los Gitanos, término y jurisdicción de Monte frió.
Entre sus inmensas cortaduras y callejones hay numerosas cuevas. Allí he
descubierto yo mismo huesos humanos, cascos de vasijas de barro ceniciento y
armas de piedra, rotas en su mayor parte. Cinco de ellas conservo y en una
resalta materia caliza, acumulada por la lenta acción de los siglos. Hoy que la
atención de los doctos se halla convertida á estudiar los monumentos
prehistóricos, convendría que la Dirección general de Instrucción pública
dispusiera, que hombres competentes explorasen la cueva nombrada Raja de la Mora,
que he recorrido hasta la profundidad de 26 metros, asegurándome los cortijeros
de las inmediaciones que nadie ha logrado verle el fin. Con otras muchas
cavernas naturales brindan estas Peñas,
que entonces pudieran ser discretamente reconocidas, cosa que á mí no me ha
sido posible. Las que gozan por allí de más nombradla son la del Algarrobo, la
de los
Llanos del
Torcedor, la de Malaspatas en la Moya de la Camarilla, la Ahumada, Cueva Larga
y la de las Tontas. Erigiéndose en activas exploradoras la ciencia y la buena
fé, con oportunos auxilios del Gobierno, todavía quizá se consigan
descubrimientos inestimables. Estas, sierras de Montefrío, provincia de
Granada, se unen á las de Alcalá-la-Real, en la de Jaén, y á las de Cabra,
Zuheros y Luque en la de Córdoba; todas con monumentos, ya prehistóricos, ya
romanos, dignos de muy especial consideración y estudio. Bien quisiera distraer
con ellas al lector benévolo apartando un instante su imaginación de épocas tan lejanas
y oscuras, y engolfándole en más conocidas edades, ahora con el intento de
buscar en Alcalá-la-Real la inscripción en que parece constar su nombre
primitivo de Apufagla ó Apufacla, equivalente por ventura al de Aglaminor, que
Plinio menciona (111, 20, 10); ya para hacerle estudiar en Cabra el monumento
que en el año 829 U. C. 74 de J. C. erigieron los Egabreases á Vespasiano por
haber otorgado á los españoles el derecho de ciudadanos de Roma, consagrándolo
juntamente al dios Apolo, numen tutelar de la ciudad eterna ; ya para mostrarle
en Carcabuey vestigios de Ipolcobulco, nombre que parece traer su origen del
mismo que tuvo la actual Porcuna…”
Fuencaliente y Los Letreros
Igualmente
se para a detallar las pinturas de los abrigos de Peñas Escritas de
Fuencaliente y de la de Los Letreros de Veles-Rubio con profusión de
comparaciones y la publicación de la reproducción de algunas de sus principales
pinturas.
Los de
Fuencaliente son todavía de mayor interés é importancia. Cerca de una legua al
Oriente de la villa, en un estribo de la sierra de Quintana y sitio de Piedra
Escritá (cargando el acento en la última sílaba), hay un lugar casi
inaccesible, habitación de fieras y cabras monteses.
Pasado el rio de
los Batanes y el de las Piedras, mirando á la parte por donde se pone el sol y
á la villa, se cortó á pico de espiochas con arte y simetría en remotísima edad,
la falda del peñasco y sierra, que es de pedernal fino, dejando una fachada ó
frontispicio de seis varas de alto y otras tantas de ancho, y abriendo allí dos
cuevas contiguas que entran por ancho y acaban en punta, ó sean dos nichos
triangulares pulimentados en sus cuatro caras. En los dos frentes exteriores de
izquierda y derecha, aparecen más de sesenta símbolos ó geroglíficos escritos con
modo rústico y sencillo por el dedo índice de ruda mano y con tinta rúbrica
bituminosa. Los nichos, como de vara y media de altura, una de profundidad y media
en la boca, están cubiertos por la durísima é inmensa piedra de la montaña.
Fórmase como un atrio ó explanada delante del monumento, v le defiende un valladar
hecho con los peñascos que se arrancaron de allí, robustecido por enebros, quejigos
v alcornoques. La media luna, el sol, una segur, un arco y flechas, una espiga,
un corazón, un árbol, dos figuras humanas y una cabeza con corona, se destacan
entre aquellos signos, albores de la escritura primitiva. Ilélos aquí tales
como los copió ante el escribano de la villa, Josef Antonio Diaz y Perez y el
alcalde Alfonso de Rerunbé, D. Antonio Lopez y Cárdenas, hermano del erudito
cura de Montoro en 20 de mayo de 1783. Primera inscripción en el frente exterior
de la izquierda. Segunda en la primera cara triangular del primer nicho ó cueva.
Tercera en la según. Cuarta en la primera cara triangular de la segunda cueva. Quinta en
la segunda. Sesta en el plano exterior de la derecha que vuelve piramidalmente ya
hacia el norte.
Reproducción de las pinturas Fuencaliente.
Como á un cuarto de
legua al cierzo de este sitio, está el que llaman la Batanera, donde en
espantosa catarata se despeña á gran altura el rio de los Batanes. A su orilla
izquierda
yerguese otro peñasco
vivo, cortado por arte, formando cara hacia la parte del cierzo, de cinco varas
y media de alto por tres de ancho, también con símbolos y geroglíficos en tinta
rúbrica; pero hallándose al descubierto, los ha borrado el agua en no pequeña
parte. Los que se pudieron copiar fueron estos. Por complacer al conde de
Floridablanca, hizo Cárdenas desportillar un pedazo del ángulo inferior
izquierdo con cuatro figuras, de ellas la de un sitio, y lo remitió al gabinete
de Historia Natural de esta corte.
A veinte pasos rio
abajo en un peñascar se vieron estos signos .Y como á diez pasos hay sobre el
rio otra peña cortada formando un plano de dos varas y en él estos otros
jeroglíficos. Buena ocasión se me presentaba aquí de lucirme con la erudición greco-romana del buen cura de
Montoro, procurando antes decir mil pestes de él, para que nadie entrase en
codicia de leerle, acomodándome á la maña de ciertos críticos, pescadores y
cazadores, que saben promover altercados con los doctos para chuparles la savia
ó entrar á sangre y fuego por los libros. Pero como no he de ser otro que el
que Dios me hizo, sigo distinto rumbo, y doy lo que es suyo al buen Lopez de
Cárdenas.
Sin embargo,
alguna cosa pudiera decirse aquí sobre los lucos y bosques sagrados de las
primeras gentes, y sobre el deseo innato en el hombre de transmitir con signos más
ó menos elocuentes á sus hijos el recuerdo de sucesos que enardecieron su
imaginación, ó llenaron de placer ó de amargura su alma.
Dibujos de la cueva de los letreros de Vélez Rubio
Son un total
de 30 cuevas y abrigos los descritos y más de la mitad explorados directamente
por el propio Góngora. Era sin duda un gran explorador y viajero.
Listado de las cuevas
mencionadas
DENOMINACIÓN
|
MUNI./ LUGAR
|
DESCRIPCIÓN
|
CUCA
|
Murciélagos
|
Albuñol (GR)
|
El autor dedica de la página 21 a la 125 a la cueva
|
40167
|
Morciguilla
|
Serón (AL)
|
Pág. 56
“Cueva de la Morciguilla situada en un tajo como la de Albuñol, una
legua al poniente de Serón (Almería) en el Arroyo del Angosto” y en la que
también se encontraron restos arqueológicos.
|
10313
|
Cueva de los
Clavos.
|
Cerro del
Mencal, Pedro Martinez
|
Página 57
|
|
la de la Botica,
|
cerca de Gorafe
|
||
Joraique
|
Entre Dólar y
Huenajar.
|
||
La del marquesado de Zenete,
|
Todas en partido judicial de Guadix,
|
||
Raja de la Mora de 26 metros de profundidad.
|
Montefrio
|
40519
|
|
La del Algarrobo.
|
|||
de Malas Patas,
|
En llanos del Torcedor
|
||
la Ahumada
|
Hoya de la Camarilla
|
||
La de Castro
|
Pág. 61
Al hablar de Zuheros y sus sierras menciona la existencia de varias
cuevas: … cavernas casi todas naturales pero modificadas las más por el
hombre.
|
||
de la Villa
|
|||
de la Virgen
|
|||
de la Fuente
|
|||
de Menga
|
Nada que ver con los dólmenes.
|
||
la cueva Jurada
|
|||
de la Tinaja,
|
|||
la del Fraile,
|
|||
de la Parida,
|
|||
la de Rodrigo,
|
|||
de la Gitanilla,
|
Donde dicen está encantada una cabra.
|
||
la de Cucharero
|
|||
la de Arrebola
|
|||
de los Murciélagos,
|
Casi un cuarto de legua al Este, en la cañada de Malos-Vientos.
|
Se refiere a la famosa cueva de Zuheros y de la que hace una amplia
descripción.
|
30183
|
del Puerto
|
Pág. 62
“En la sierra que corre desde Zueros al Laderón, , y así menciona
también,
|
||
la Cuevas Escritas
|
que son varias y merecen un detenido reconocimiento
|
||
Cuevas de Carchena (Baena)
|
|||
Piedra Escrita
|
Fuencaliente
|
||
Los Letreros
|
Vélez-Blanco
|
EPÍLOGO
La obra original no es difícil de obtener pero si algo cara para su adquisición caprichosa. Sin
embargo existen ediciones facsímiles a buen precio. Una de la Universidad de
Granada y otra de Editorial MAXTOR y también una digitalización en la
Biblioteca Virtual de Andalucía: http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/consulta/registro.cmd?id=7965 de donde se puede descargar de forma gratuita
en formato PDF.
En cualquiera de sus soportes anímate a conocer esta obra
singular de un andaluz brillante.
A sus detractores deseamos recordarle como al Cardenal
Cisneros, en la película de Ridley Scott, en disputa con Cristóbal Colón: si
usted pasa a la historia es solo porque ha tenido trato con él.
Es, tal vez, uno de esos andaluces que inspiraron los
versos:
Hombres de luz, que a los hombres,
alma de hombre les dimos.
Feliz verano.
Bibliografía y notas
ASQUERINO FERNANDEZ, Mª Dolores (1990) PANORAMA ACTUAL DE LA
PREHISTORIA EN LA SUBBETICA CORDOBESA. Primeros Encuentros de Historia Local.
La Subbética. Córdoba.
Beltrán
Fortes, José (2010) Historia de la Arqueología andaluza de 1860 a 1936.
En el marco
vital de Luis Siret (1860-1934) I
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GÓNGORA Y
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GÓNGORA Y
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MADRID.IMPRENTA Á CARGO DE C. MORO. 159 pp.+ laminas +planos y estampas. Edición
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GONZALEZ
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